Cuando llego a un lugar nuevo, siempre abro bien los ojos y guardo en mi memoria ese primer desfile de imágenes, olores y sensaciones. El 23 de Julio del 2011 pisé por primera vez el continente Africano. Todos mis sentidos estaban atentos ante la esperada avalancha de estímulos. Me encuentro con Deborah en medio de la plaza Jamaa el Fnaa en Marrakech, en medio del mar humano, música y olor a parrillada.
- Deborita, si nos perdemos nos encontramos en...
- No, no, no... no nos podemos perder!!!!!!
Y asi bien agarraditos de la mano desfilamos por la plaza pasando danzarines, fakires, contadores de cuentos, puestos de jugo de naranja y aterrizamos, ante la necesidad de llenar la panza, en uno de los puestitos de comida que se montan todas las noches. Me encantaría decir que la experiencia terminó con una suculenta cena marroquí, pero lamentablemente, la realidad fue que el tajine de pollo (una especie de guiso servido en platitos de barro) era incomible, si era pollo o no, queda en duda ya que los huesos que me dieron bien podían ser de cualquier animalito. Al final, la cuenta llegó por mas de 200 Dirhams (20 Euros) y claro está que el pancito que apareció apenas nos sentamos no era de cortesía. Mi cara de boludo perdido se acabó esa noche.
Plaza Jama el Fnaa
Los días en Marrakech empezaban
temprano para aprovechar los momentos de menos calor. Paseamos por las callecitas de los socos (mercados) lo cual te transportabaen el tiempo. Para comprar una tetera nos embarcamos en una sesión interminable de negociación con el tendero. Bien peruano yo creía que era el rey de las negociaciones, pero con los arabes, siempre queda la sensación de salir perdiendo...
por mas que te lleves el producto a la mitad del precio ofrecido inicialmente. Aqui, en los socos empezaron los problemas con los Marroquíes. Visitamos la Madrassa Ben Youssef (Madrassa es la versión Coránica de una Yeshivá), el museo de Marrakech, el palacio de la Bahia, todo impresionante. La sinagoga, el barrio judío. En realidad toda la ciudad es como un cuento de hadas. Las callecitas rosadas, los templos, la muralla...
Todo bien hasta que nos topabamos con gente. Ojo que mi predisposición era la mejor. Estaba muy animado. Había escuchado muy buenos comentarios sobre la hospitalidad Marroquí. Pero no, cada una de las personas con las que tuvimos que interactuar fue mala onda. El taxista quenos recogió del aeropuerto, el dueño de la tiendade ropa que nos tiró la falda encima porque no se la compramos, el jalador que nos mandó a dormir porque no queríamos comer en su hueco, el niño que nos guió en el mellah, el tipo en el Shuk que nos insultó porque no queríamos recibir sus indicaciones... y la lista sigue... que nuestra actitud no era buena... no me jodan! He viajado bastante y soy muy respetuoso con la gente local... Estos eran agresivos y amargados. Punto.