lunes, 27 de diciembre de 2010

Ancón, Peru

Con Ancón pasa lo mismo que con la mazamorra. Es un sabor adquirido. Una experiencia que me recuerda a la infancia, a la primera vez que iba en bicicleta sin rueditas y a mi primera gran juerga. Con su basurita, sus tumultos y su decadencia, es una versión peruana de la India. Su olor a mar, a sudor y algas. Caminar por el malecón un Domingo, esquivando a las multitudes, a las bicicletas y anconetas, me tranporta a Nueva Delhi... no conozco Mumbai... pero en mi cabeza, debe ser una versión gigante de los domingos de Ancón.



Este fin de semana fue diferente.
Nadia nos alegró con su sonrisa y Boro con su noctambulismo. Los días transcurrieron en tecnicolor. Yo si que soy un animal diurno. Disfruté como chancho del mar en alta mar, esquivando malaguas para luego tirarme al sol en la proa. Allí, Boro dormía, recuperandose de la noche y de los ronquidos en hebreo. De noche jugabamos, al aire libre, como cuando eramos chicos. He ahi el recuerdo la infancia. No hay espacios cerrados con humo. La primera noche jugamos con los chicos y la segunda jugamos con los grandes.



Gaviotas en Isla Grande - a 15 minutos de la bahia de Ancón

En Ancón no hay que manejar, no hay discotecas y menos obligaciones. Que mas puedo pedir.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, bum ... su mesa está lista.

martes, 7 de diciembre de 2010

Paracas, Peru

Tengo que admitir que antes de mi última visita a Paracas, tenía una idea muy equivocada de todo lo que este increible enclave en la costa Peruana tenía para ofrecer. No entendía porque alguien quisiera viajar 3 horas desde Lima para tomar sol en una piscina frente a un mar donde no se puede uno bañar (por la presencia de rayas o pastelillos en la fangosa orilla). El fin de semana que pasó cambió radicalmente mi impresión de Paracas y a continuación detallo porqué.


Para empezar, quedarse en el nuevo Hotel Paracas es todo un lujo, por lo cual agradesco muchisimo a los que me invitaron. El solo hecho de dormir en las habitaciones con edredón de plumas, pasear por los jardines del hotel y sentarse a tomar una cerveza en el bar con vista a la bahía es una experiencia única. Lo bacán es también que se pueden realizar deportes nauticos. Nosotros nos montamos en un HobbieCat a navegar por la bahía y nos metimos un buen chapuzón. El mar esta ahí.



Fuera de los lujos y comodidades de los nuevos hoteles, está a pocos minutos la Reserva Nacional de Paracas. En verdad, como dije antes, nunca le había dado mucha importancia, sin embargo, esta vez no fué necesario ir muy adentro de la reserva para quedarnos atónitos con la vida silvestre. A sólo unos metros del hotel Hilton, se estacionan todas las mañanas en esta época un gran grupo de Flamencos que se alimentan en la orilla.Era la primera vez que yo veía ese espectáculo y fue una experiencia comparable con la de los guacamayos en Tambopata. Eran por lo menos 300 flamencos en las orillas fangosas, ademas de las cientos de gaviotas, gaviotines, piqueros, garzas, pelícanos y muchos mas... todos interactuando entre ellos, comiendo, planeando, pescando, chapoteando y descansando. Todo esto, a pocos metros del comienzo de la Reserva. En viajes anteriores pude ver la reserva por dentro, tanto por tierra como por mar. Nunca olvidaré cuando hace unos meses navegando por la bahía de la reserva ví un grupo de mas de 20 delfines alimentandose, seguidos por una bandada de Piqueros lanzándose en picada sobre los cardúmenes de peces.



Paracas pone.